Cómo es viajar por Sri Lanka en tuk tuk (y por qué deberías hacerlo)
Introducción: nuestra aventura sobre tres ruedas
Desde que leí hace unos años en el blog Con Mochila sobre la posibilidad de recorrer Sri Lanka en tuk tuk, no dejaba de pensar en ello. Era una idea que se me había quedado grabada, pero reconozco que a veces cuesta un poco encontrar los argumentos para convencer al resto del equipo viajero 😅.
Por fin, este año lo conseguimos. Cada vez son más los viajeros que se animan a recorrer la isla de esta forma tan original, y todos coinciden en que es una de las mejores maneras de descubrir Sri Lanka: a tu ritmo, con libertad total y con la posibilidad de detenerte donde quieras para disfrutar del paisaje o charlar con la gente local.
Viajando en familia, esta experiencia encajaba perfectamente con nuestra forma de viajar: sin prisas, con curiosidad y con ganas de vivir el país desde dentro.
🚜 Si alguna vez has soñado con recorrer Sri Lanka a tu ritmo, sin horarios ni prisas, con el mar o la selva al fondo… este post es para ti.
¿Por qué elegir el tuk tuk como medio de transporte?
Moverse por Sri Lanka en tuk tuk fue, sin duda, una de las mejores decisiones del viaje. Desde el primer día nos sorprendió lo cómodo que resultaba, incluso viajando los tres. Josea se echó más de una siesta durante los trayectos largos, mientras nosotros disfrutábamos del paisaje y de la sensación de libertad que ofrece este pequeño vehículo. El sonido del motor acabó formando parte del encanto del viaje.
A pesar de ser un medio sencillo, nos sentimos seguros en todo momento. Al principio, a Enrique le costó un poco cogerle el truco para que no se calase en las paradas, pero la verdad es que nunca faltó quien ofreciera su ayuda. En Sri Lanka la gente es increíblemente amable: bastaba con que alguien nos viera parados para que se acercara con una sonrisa y un “can I help you?”. Esa calidez fue, sin duda, una de las cosas que más nos conquistó del país.
Conducir un tuk tuk también significa asumir otro ritmo. Es un vehículo lento —el límite de velocidad ronda los 40 km/h—, pero eso forma parte de su encanto. Te obliga a viajar despacio, a mirar por la ventanilla sin prisas y a disfrutar de los paisajes, de los pueblos que vas cruzando, de la vida cotidiana que ocurre a tu alrededor. No es el medio para quienes tienen prisa, pero sí para quienes disfrutan del camino tanto como del destino.
Y, por supuesto, también hubo momentos que recordaremos siempre. Como aquel día en Nuwara Eliya, después de muchas horas conduciendo desde Sigiriya. La carretera era un continuo subir de curvas, empezó a llover y, para rematar, Google Maps decidió meternos por un camino estrecho y empinadísimo. El tuk tuk no pudo más y se quedó clavado a mitad de cuesta, sin poder avanzar ni retroceder. Durante unos segundos no sabíamos si reír o llorar. Pero entonces, como por arte de magia, un matrimonio salió de su casa para ayudarnos. Nos indicaron cómo maniobrar, empujaron con nosotros y consiguieron sacarnos del apuro. Aquel gesto, tan sencillo y tan generoso, nos recordó por qué nos gusta tanto viajar así: por los encuentros inesperados, por la gente que te tiende la mano cuando menos lo esperas.
Viajar en tuk tuk por Sri Lanka no fue solo una forma de movernos, sino una manera de vivir el país desde dentro. Nos dio libertad, cercanía y la oportunidad de disfrutar de cada kilómetro sin prisas. Porque en el fondo, eso es lo que más nos gusta de viajar: sentir que cada día es una pequeña aventura.
Alquiler del tuk tuk
Nosotros alquilamos nuestro tuk tuk con Shane Tours, una pequeña agencia local con base en Negombo. Habíamos leído muy buenas opiniones en varios blogs de viaje que seguimos habitualmente —como el de Travelleating— y la verdad es que acertamos de pleno. Es una empresa muy familiar, con trato directo y comunicación fácil a través de WhatsApp con su propietario, Shane. Desde el primer mensaje, todo fue sencillo y rápido, algo que se agradece mucho cuando estás organizando un viaje por libre.
Para poder conducir un tuk tuk en Sri Lanka se necesita el pasaporte y el carné de conducir internacional. Con estos dos documentos, Shane Tours se encargó de gestionar el permiso de conducción local, un trámite obligatorio para poder circular legalmente. Ellos mismos lo solicitaron en Colombo y nos lo entregaron al recoger el vehículo. El coste fue de unos 38 €.
Además, aprovechamos para contratar con Shane el traslado del tuk tuk de Nuwara Eliya a Ella, ya que nosotros queríamos hacer ese tramo en tren (una de las experiencias más bonitas del viaje). Ellos se encargaron de llevarlo por carretera hasta Ella, y este servicio nos costó unos 35 €, totalmente recomendable si queréis combinar ambas experiencias.
Nuestro tuk tuk no era nuevo precisamente —se notaban los kilómetros—, pero funcionó de maravilla durante los más de 1.500 km que recorrimos por el país. El espacio, como es lógico, es limitado, pero viajamos los tres muy cómodos con nuestras dos mochilas grandes (una viajaba a mi lado) y sin ningún problema para guardar el equipaje básico.
Una vez llegamos a Negombo, nos vinieron a buscar al hotel para llevarnos a su oficina y allí completamos la documentación y recibimos una pequeña clase práctica de conducción. Aunque Enrique ya había conducido por la izquierda en otros viajes, acostumbrarse a los cambios del tuk tuk lleva su tiempo… y más todavía con el tráfico caótico de Negombo. La primera tarde fue de pura adaptación, entre bocinas, autobuses y motos que aparecían por todas partes. Pero al día siguiente, una vez dejamos atrás la ciudad y empezamos a recorrer las carreteras rurales, todo cambió: el ritmo se volvió más tranquilo, las sonrisas empezaron a multiplicarse y la sensación de libertad nos acompañó durante todo el viaje.
Conducción en Sri Lanka: consejos prácticos
En Sri Lanka se conduce por la izquierda, y si nunca lo has hecho, puede costar un poco acostumbrarse. Los primeros metros son de pura concentración, pero en seguida te adaptas.
El ritmo de conducción es… digamos, único. En las zonas rurales es más tranquilo, aunque siempre hay que estar atento: bueyes, perros (cientos), monos e incluso elefantes pueden cruzarse en tu camino, especialmente en las cercanías de los parques nacionales. En cambio, en las zonas urbanas reina el caos: motos, coches, peatones y, sobre todo, autobuses. Estos últimos merecen mención aparte: hemos llegado a pensar que cobran comisión si llegan antes de hora, porque no frenan nunca. Adelantan donde no se puede, ignoran las líneas continuas y sus pasajeros suben y bajan casi sin que el bus llegue a detenerse. Si ves que uno viene detrás… hazte a un lado, porque va a adelantarte sí o sí.
Después de todo esto, sobra decirlo: mejor evitar conducir de noche. Las carreteras apenas están iluminadas, los animales se mueven con libertad y los reflejos locales no siempre ayudan. Nosotros solo lo hicimos en Sigiriya, para acercarnos a cenar, y fueron apenas cinco minutos que bastaron para confirmarlo.
Una escena resume bien cómo es conducir en Sri Lanka: Enrique conducía desde Polonnaruwa de vuelta a Sigiriya por una carretera estrecha junto al Parque Nacional de Minneriya. Iba tranquilo, sin apenas tráfico, cuando vimos un coche detenido… y justo delante, un elefante avanzando hacia nosotros. El coche empezó a dar marcha atrás y Enrique, nervioso, intentó hacer lo mismo. El tuk tuk se caló y durante unos segundos (que a nosotros nos parecieron eternos) intentábamos arrancarlo mientras el elefante seguía acercándose. Al final todo quedó en un susto, y hoy nos reímos al recordarlo, pero fue uno de esos momentos que no se olvidan.
👉 En resumen: conducir un tuk tuk en Sri Lanka es una aventura con todas las letras. Requiere atención, paciencia y sentido del humor, pero también te regala una sensación de libertad difícil de igualar. Cada kilómetro tiene su propio ritmo, su paisaje y su historia —y eso, al final, es lo que hace tan especial recorrer la isla sobre tres ruedas.
Lo mejor (y lo peor) de viajar por Sri Lanka en tuk tuk
Sin duda, lo mejor de recorrer Sri Lanka en tuk tuk fue la libertad. Poder marcar nuestro propio ritmo, parar donde nos apetecía, improvisar una visita o simplemente disfrutar del paisaje sin prisas es algo impagable. Esa sensación de independencia, junto al contacto constante con la gente local —que siempre nos regaló sonrisas, saludos o una mano cuando lo necesitábamos— hizo que cada trayecto se convirtiera en parte del viaje, no solo en una manera de llegar a otro destino.
Por supuesto, no todo fue perfecto. El tráfico en las ciudades puede ser un auténtico caos, con autobuses adelantando sin miedo, motos que aparecen por todos lados y un ruido constante de bocinas. También hubo momentos más tensos, como la subida a Nuwara Eliya, después de muchas horas de carretera, con lluvia y cansancio acumulado. Pero incluso esos tramos más duros forman parte del recuerdo y, mirándolo ahora con perspectiva, también tienen su encanto.
A pesar de los baches (literal y figuradamente 😅), no cambiaríamos esta forma de viajar por ninguna otra. Ha sido divertido, diferente y tremendamente auténtico. Josea lo disfrutó muchísimo —creo que fue su “aventura sobre ruedas” favorita— y para nosotros fue una experiencia inolvidable, la mejor manera de sentir de verdad el pulso de Sri Lanka.